domingo, 10 de enero de 2010

COMENTARIOS DEPORTIVOS POR Alberto PEREZ DE LEON Q.

LA DIFERENCIA.


El caso de Ramón Morales con las Chivas, nos mueve a hacer ciertas comparaciones y a llegar a conclusiones, claro está, a la distancia y muy fuera de la olla en que se guiso ese episodio del futbol mexicano, dada la trascendencia del jugador y del Club al que pertenece (o pertenecía).
Y es que el lateral mexicano alzó la voz y se dijo maltratado, despreciado y vilipendiado por la directiva de las Chivas que en la persona de su Presidente Jorge Vergara encontró a su villano.
El problema surge debido a que la directiva del Guadalajara, le pidió al michoacano, o más bien, le ordeno al jugador se fuera a jugar con el Chivas USA, ya que su nivel de edad no compaginaba con la media que se busca para el equipo rojiblanco.
Y ahí fue donde la puerca torcio el rabo.
El jugador se negó y dijo que prefería salir del equipo, de la institución rayada, a jugar allá y dejar de jugar en el primer equipo de las Chivas en este país, a lo que recibió una negativa rotunda y el mismo ofrecimiento aquel. Se buscaron alternativas, entre las cuales se le ofreció su carta regalada para que se acomodara en México pero su alto salario no permitió su contratación con Pachuca o Cruz Azul que mostraron interés, sueldo que desde luego el purépecha no bajo nunca y finalmente, decidió parar y con ello, casi poner fin a su carrera, pero eso si, devengando su sueldo sin jugar, sueldo que asciende a más de un millón de pesos mensuales.
Y aquí es donde viene la comparación, el análisis y la reflexión del caso.
Si lo comparamos con Cuauhtemoc Blanco por ejemplo, pues el michoacano sale perdiendo, dado que hoy por hoy Cuauhtemoc es el mejor jugador de México y en el ocaso de su carrera, decidió venir al Veracruz a jugarse su patrimonio deportivo en una empresa harto difícil como lo es el ascenso del equipo escualo, sin caer en caprichos juveniles de que si no es en equis equipo no juego. Nada de eso.
Y la comparación surge porque ambos son casi de la misma rodada; ambos han jugado la misma cantidad de mundiales y acumulan la misma experiencia así como cobran casi lo mismo, por ende, el michoacano sale perdiendo porque se aferro a su capricho y trato de imponerse al dueño de la empresa que lo mando, de la matriz a una sucursal a jugar, lo cual resulta inconcebible mirándolo laboralmente.
Y es ahí donde viene la reflexión, ya que casi en ningún trabajo se permite que el trabajador se mande solo y decida donde quiere desempeñarse; así, por ejemplo, en las Fuerzas Armadas del país, donde sus miembros se juegan la vida, ninguno de ellos, por mas rango, merito o antigüedad que tenga, decide a donde quiere ir; ellos van donde su mando les indique. Y van sin chistar y a cumplir con su deber como es debido.
Y eso que no ganan, ninguno de esos militares, la mitad de lo que el jugador gana, que es algo así como un millón de pesos mensuales.
Luego entonces, es por esta clase de caprichos que surgen bodrios como “el pacto de caballeros”, diseñado para protegerse los dueños de este tipo de abusos de los que se consideran estrellas.
Y nosotros preguntamos, con ese sueldo, con esa clase de vida que tienen los futbolistas mexicanos, con la cantidad de horas que trabajan al día, porque su patrón les diga vas y juegas ahora en otro país y en otro lugar, ¿se pueden considerar maltratados, manoseados, vilipendiados?; ¿se seguirá considerando así en los próximos seis meses en que cobrara ese jugoso sueldo sin jugar ya que el equipo rojiblanco está obligado a pagarle su sueldo?
En conclusión: Pobrecito de él, como va a sufrir en los próximos seis meses cobrando ese sueldote sin jugar; es más, tanto lo compadecemos que ya quisiéramos estar en sus zapatos.
¿O no?

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